miércoles, 21 de enero de 2009

La lección que me dejó el primer amor

Ay los amores infantiles… tan dulces e inocentes! La noticia de un par de pequeñines alemanes, de 5 y 6 años, que se escaparon para casarse, no pudo menos que recordarme esos tiempos en que todo parecía un juego. Recuerdo el primer niño que me echó literalmente los perros, recién mudada al barrio donde me crié… Probablemente yo tenía siete u ocho años, la tarde en que Juan José comenzó a ladrarme como un perrito para llamar mi atención. Yo quería ignorarlo, pero daba risa escucharlo decirme que era muy bonita mientras me ladraba. El trató un largo tiempo de convencerme de que fuera su novia, pero no lo acepté como hasta los 11 años.

Mi primer novio se llamaba Roberto y creo que duramos como un mes porque estábamos muy chicos, me parece que tenía 9 años, y quería besarme en la boca, ay no! fuchi… ¿cómo se te ocurre? le decía. Mi primer amor no fue ni Roberto, ni Juan José… me enamoré de un muchacho que se sentaba en el último puesto de un bus escolar que recogía a un vecinito. Me parece que yo cursaba quinto de primaria, al principio era algo platónico, con el tiempo las cosas cambiaron. Desde que lo descubrí me gustó tanto, que recuerdo bien que con todo y lo dormilona que he sido siempre, me levantaba temprano y me arreglaba para poderlo ver. El siempre me saludaba y aunque trataba de disimular que me interesaba, me imagino que él sospechaba. Cada vez que se acercaba el bus el corazón se me aceleraba, sentía el famoso mariposeo en el vientre y creía que me iba a desmayar antes de que lo perdiera de vista. ¡Qué divina sensación la del amor!No recuerdo cómo, pero me las arreglé para saber que se llamaba Enrique, que era un poco mayor que yo y, lo peor de todo, que tenía novia… una chica que le llevaba varios años y por eso su madre no lo aprobaba. Entablé una bonita amistad con él, su madre, sus hermanos, especialmente su hermanito menor, que me quería mucho y solía buscarme a menudo, pero Enrique no me pelaba en lo absoluto, al menos no como yo quería.

Durante 4 años estuve suspirando por él, esperando que un buen día cambiara de parecer y qué creen? Un sábado cualquiera, al cabo de todo ese tiempo, sonó el teléfono de mi casa con la gran sorpresa de que era él, que quería verme. Estaba tan sorprendida como desconcertada, porque para entonces ya tenía novio. Nos vimos en un parque, él estaba acompañado de su hermanito y me hizo la pregunta que había soñado por tanto tiempo. El jamás se esperó que yo le dijera que no. Recuerdo que ni yo misma podía creerlo, pero en ese momento no sentía nada especial... ya no me temblaban las piernas y el montón de mariposas que me revoloteaban en la panza cuando lo veía, se habían esfumado. Me miró con sus grandes ojos, que parecían que se le iban a salir de las órbitas y después de preguntarme por qué, me pidió un beso. No niego que besaba muy rico, pero sentí que ya había pasado su momento... ahí descubrí que hasta el amor tiene su fecha de expiración.