lunes, 30 de junio de 2008

Los refranes de mi abuela

Siempre que escucho un refrán es inevitable que recuerde a mi abuela y su particular forma de comunicarse a través de refranes y parábolas. Solo conocí a mi abuela materna, Doña Nati, porque la otra falleció cuando mi padre era un niño. Ella vivía en Barranquilla, mi familia y yo en Panamá así que no tuve la dicha de compartir mucho con ella salvo una ocasión que mi madre quedó en cama a raíz de un terrible accidente, y nos acompañó un poco más de seis meses mientras ayudaba a su convaleciente hija.

Con gracia comentaba los más populares : "No hay mal que por bien, no venga", "más sabe el diablo por viejo que por diablo", "más vale pájaro en mano que cien volando", "árbol que nace torcido nunca su rama endereza, porque se hace naturaleza el vicio con que ha crecido", "al que madruga, Dios lo ayuda", "Dios aprieta, pero no ahorca", "dime con quien andas y te diré quién eres", en fin.

El más inolvidable de sus refranes me lo rezaba cada vez que me regañaba: "niña, pero contigo es igual que predicar en el desierto, machacar en hierro frío, ponerle jeringa a un muerto creyendo que está dormido"... todo para decirme que yo era terca. A veces la provocaba, solo para tener el gusto de escucharla.

Cualquier pretexto era bueno para contar alguna historia curiosa, muchas veces sus fábulas tenían que ver con enseñanzas bíblicas, otras supongo habrán sido cosecha de su vida y la de sus ancestros.

Si alguien andaba pidiendo dinero prestado, al final terminaba diciendo: "Fui a la calle y me avergoncé, vine a la casa y me remedí"... Recuerdo un día que me quería convencer de que debía comer antes de salir a casa de una compañera de la escuela, yo le decía que no era necesario porque iba comer con mi amiga y me dijo: "Diego, llévate un bollo, que no vas para tu casa". Por supuesto que me quedaba con una cara de sorpresa ante sus raros refranes y esperaba escuchar a qué se refería, en ese caso se trataba de un tal Diego que no quiso escuchar a su esposa que le recomendaba que se llevara algo de comer, para no pasar hambre en una reunión a la que estaba invitado y efectivamente eso fue lo que le pasó.

Uno de sus cuentos memorables era sobre un tipo que estaba en la cárcel y todos le habían dado la espalda excepto su madre y un amigo que iban todas las semanas a visitarlo. Lo que pasa, me decía es que "en la cárcel y en la cama de un hospital conocemos a los verdaderos amigos". Con los años fui comprendiendo que ella tenía mucha razón, solo en los malos momentos y en las grandes pruebas es que se hacen presentes los que verdaderamente te aman.

Hace más de una década que mi abuela se fue a la otra vida, pero sus refranes e historias permanecen... y es que su sabiduría guarda una enseñanza que nunca perderá vigencia.

lunes, 16 de junio de 2008

Agua que no has de beber...

Parecen imágenes apocalípticas, las impresionantes inundaciones que han arrasado con diferentes ciudades de Estados Unidos durante estos días de junio. No ha sido suficiente que el agua corriera a mares por las calles y nos trajera a la memoria los nefastos estragos causados por Katrina en Lousiana, la naturaleza ha hecho su propio "statement" arrastrando casas con sus potentes corrientes, lo mismo que rebanando cerros y dejando un panorama de destrucción.

Bueno, hay que reconocer que estos desastres se dan una y otra vez en América Latina irremediablemente, pero es algo que parece no importarle a los que hoy ponen cara de espanto por lo que pasa en Estados Unidos y para ser franca no creo que las cosas cambien. Estamos viviendo unos tiempos en los que la gente se mata más por comprarse un Wii, que por la suerte del vecino. La verdad es que todos tenemos la culpa de eso, porque nos dejamos enajenar por los comerciantes y el monstruo del consumismo nos traga sin eruptar. Sus mayores víctimas son los niños que son seducidos irremediablemente por el bombardeo comercial y los padres de hoy, que han dejado de sembrar valores en el alma de sus hijos.

La mala noticia es que la naturaleza no cesará de golpearnos y de advertirnos que tenemos que preparanos para lo peor, desafortunadamente no le queda de otra.


Adriana Jarava-González